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pitahayas

Frida Kahlo

1938

óleo sobre aluminio / óleo sobre aluminio

29 1/4" x 33 1/4" (enmarcado)

“Es fucsia por fuera y esconde la sutileza de una pulpa gris blanquecina salpicada de pequeños puntos negros que son sus semillas por dentro. ¡Esto es una maravilla! Las frutas son como las flores: nos hablan en un lenguaje provocador y nos enseñan cosas que están escondidas”.
-Frida Kahlo

Extraído del jardín del artista, Pitahayas se refiere a las cinco frutas de color rosa brillante en el centro de la composición. Kahlo pintó el arreglo en una pieza de metal al estilo de un exvoto, una pequeña pintura devocional sobre hojalata en la tradición del arte popular mexicano. Estas pinturas religiosas generalmente fueron encargadas por una persona que da gracias a un santo o entidad divina después de sufrir una enfermedad o experimentar una tragedia. Kahlo tenía una gran colección de exvotos que cubrían las paredes de su casa y estudio.

En este contexto, la naturaleza muerta sin pretensiones de Kahlo puede leerse como una alusión personal a su ascenso de la tragedia que culmina en una inmensa gratitud por su vida y su exitosa carrera artística. La iconografía personal que imbuyó en su trabajo a menudo hacía referencia al intenso dolor físico que soportó como resultado de contraer polio en 1913, un accidente de tranvía en 1925 y sufrir múltiples abortos espontáneos. Dentro de este marco, Kahlo a menudo representaba la vegetación como un símbolo de fertilidad y regeneración. También dibujó directamente de los libros de texto de medicina: una de las pitahayas está cortada directamente en dos y refleja una célula diseccionada que se somete a división celular. A lo largo de este pequeño óleo se hacen referencias a la preocupación de la artista por el ciclo vital, la regeneración y su convicción de que la vida fecunda la muerte.

Pitahayas evolucionó con el tiempo y en 1939, al regresar de exhibir en París, se enteró de que su esposo, el también artista Diego Rivera, quería divorciarse. Kahlo cambió la expresión del esqueleto de una sonrisa a un ceño fruncido. Al igual que la pitahaya, con su centro carnoso y delicado oculto dentro de un exterior de color rosa brillante, Kahlo incrustó una historia profundamente personal en esta pintura, lo que sugiere que la obra no es solo una naturaleza muerta, sino un autorretrato íntimo.

Crédito

Donación de Rudolph y Louise Langer / Legado de Rudolph y Louise Langer